Entre una idea y su realización en el tiempo y el espacio hay una larga distancia. ¿qué tan larga? Básicamente puede ser tanto o tan poco como lo que tardemos en llevarla a cabo. Muchas veces cuesta darnos cuenta del momento en que estamos listos para comenzar nuestro propio emprendimiento. Hay un pequeño experimento que podemos hacer para averiguarlo.
Digo pequeño porque se trata de un emprendimiento pero en una escala mucho menor de la que esperamos luego realizar. Cuando el alcance es reducido a propósito las variables son más fáciles de controlar y analizar . El experimento sería el siguiente:
-Limitarlo a una semana: elegir un día para comenzar y comenzar a contar desde ese momento. No cinco días ni ocho. Exactamente siete. Es bueno contar con plazos para saber en qué cantidad de tiempo tenemos que hacer todo el trabajo y permanecer motivados. Está bien sentir presión siempre y cuando no dejemos que ésta nos abrume.
-Decidir acerca del producto: está bien si es algo que ya teníamos en mente. Si no, habrá que elegirlo. ¿Se trata de algo físico? ¿Virtual? ¿Una experiencia? ¿Una nueva versión de algo que ya existe? Sea lo que sea, hay que partir de algún lado, y el tiempo vuela.
-Desarrollar el producto: evidentemente no vamos a tener un stock de miles, ni siquiera de cientos de productos. Para el experimento estarán bien unos cuantos. Unas docenas si es que llegamos. Recordemos que todo es tentativo. Podemos manufacturas algo con los materiales que tenemos en casa, u ofrecer críticas de las películas o series que hemos estado viendo. Sería éste el momento de elegir un “gancho”, algo que nos distinga de los demás productos que circulan por el mercado. Aunque no se trate de algo definitivo, debe llevar nuestra marcar, algo que remita a nuestros clientes potenciales a nuestro nombre.
-Investigar nuestro mercado: no hay tiempo para grandes estudios demográficos. ¿Sabemos de algún amigo que pueda estar interesado? Ponerlo en una lista. ¿Amigos de amigos? Igual. Personas que conozco de twitter, instagram, snapchat, facebook, vecinos. Nos manejaremos con lo que tenemos a mano física y virtualmente. El asunto de expandirnos lo dejaremos para más adelante.
-Publicitar el producto: Es el momento de salir al mundo, poner carteles en la calle, postear en todas nuestra redes sociales. Que la gente sepa que estamos haciendo un experimento, y decírselos de la manera mas interesante y atractiva posible. Aunque se trate de amigos y conocidos, siempre llama más la atención un experimento que un cartel de “se vende”. Debemos apelar a la curiosidad de la gente. Lo interesante de las redes sociales es que su alcance puede llegar a ser infinito. No hace falta tener miles de seguidores, sino que,con un simple re-tweet de un amigo, una foto del producto puede llegar a alguien en otro barrio, otra ciudad u otro continente y conseguirnos una audiencia insospechada.
– “Vender” el producto: cuando ya captamos la atención de nuestro público, es hora de mostrar nuestros argumentos de venta. Contar que el lo novedoso, lo útil, mostrarlo en cuanto detalle nos sea posible. Idealmente el producto debería hablar por si sólo.
Luego de todo esto ya tendremos una idea bastante completa de todo el proceso. ¿Surgieron problemas? Anotarlos para tenerlos en cuenta. Ya deberíamos saber más o menos que tan difícil es inventar algo nuevo en poco tiempo, conseguir los materiales, definir el público al que está orientado, interesar a dicho público y finalmente lograr venderlo. Si algo no funcionó podemos imaginarlo a mayor escala y pensar soluciones. Seguramente también ya habremos recibido bastante feedback que podemos usar para mejorar tanto el producto como nuestras estrategias para encarar todo el proceso.