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Por qué deberías evitar a toda costa la comunicación escrita

En momentos de estrés es fácil perder los estribos y terminar levantando la voz a alguien. Apresuradamente, descartamos la opción diplomática del diálogo calmado y sereno e intentamos ejercer nuestra autoridad, poner nuestra voluntad por sobre la de los demás. Esto nunca termina bien, y puede erosionar relaciones, tanto de negocios como personales.

Recurrimos entonces a otras opciones. La tecnología avanza a pasos agigantados. Lo que hace menos de 100 años hubiese tomado meses o años incluso, hoy toma segundos. Hay una infinidad de posibilidades a la hora de enviar información: mensajes de texto, e-mails, Whatsapp, Line, Messenger de Facebook, etc. Aunque inicialmente lo parezca, puede que esto no sea lo mejor.

En su tésis “La capacidad de delinear e interpretar emoción en mensajes de texto” Ashton Klingensmith explica que descubrió, tras analizar varios estudios, que cualquier información negativa transmitida vía mensajes de texto es vista como hostilidad por parte del receptor. Ha habido una falla en la comunicación entonces. Muchas veces un mensaje corto, o que podría ser interpretado como “secante” se adorna con emoticones para evitar esto. En un mail de negocios es más complicado agregar una carita sonriente y puede parecer poco profesional. Debemos tener esto en cuenta también a la hora de interpretar mensajes que nos lleguen para no saltar a conclusiones erróneas.

Lo mejor será siempre verse cara a cara, pero si esto es imposible entonces hacer una videoconferencia o llamar por teléfono son buenas opciones. Se puede notar entonces el tono de voz y la intención se percibe más fielmente.

Si resulta imposible hablar, debemos hacer un esfuerzo consciente por construir nuestro mensaje de la manera menos ambigua posible. Cada acto de comunicación exitosa implica un paso hacia adelante para nosotros. Desde una charla con un cliente hasta la relación con jefes o empleados, las transmisión efectiva de nuestras intenciones resulta provechosa para todos. Puede ser la diferencia entre una sociedad exitosa y un percance innecesario.

Sandra Camponogara
Sandra Camponogara
Sandra emigró a los Estados Unidos en 1988 desde su Argentina natal con grandes sueños y sin ahorros. Después de trabajar en la industria del turismo en la ciudad de Nueva York durante unos años, comenzó su propia compañía de operadores turísticos, InterConnect USA en 2000 y dos décadas más tarde creó su segunda compañía, Hola Fortuna. Reinventándose una y otra vez a través de desafíos comerciales y personales, Sandra alienta a las latinas a buscar el equilibrio y la independencia financiera.

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