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Yendo un poco más allá

Hace unos años, recuerdo estar tomando un café con una amiga. La charla versaba de motivación, ganas, y hacer ejercicio. Le comenté que cerca de mi casa había un gimnasio donde se hacía exclusivamente spinning. Me dijo que había oido que era muy buen ejercicio y ahí, bajando la voz y mirando alrededor, le pregunté “los hombres ¿también hacen spinning?”. Pasaron unos días y fui a la primera clase. Me habían asegurado que los hombres también iban pero no me sorprendió ser el único. La clase duró 45 minutos. A los 15 ya pensé que iba a morir. “Lo importante es no parar”, decía la profesora, “vos seguí a tu ritmo, pero no pares”. Cuando terminó todo me recordó “cuidado cuando bajes a la calle”. Apreté la mandíbula y asentí, estaba demasiado agitado para contestarle. Pensé que estaba exagerando, porque me había visto muy fuera de forma. No lo estaba: 4 veces tuve que bajar a la calle y volver a la vereda. Las 4 veces casi ceden mis rodillas y caigo al piso. Buen comienzo.

 

Los 45 minutos se hacían eternos, y cada vez que miraba a la profesora, como si me leyera la mente, decía “5 minutos más y descansan”. Eso era tolerable, tenía sentido.  A la tercera vez comencé a sospechar que los 5 minutos eran una mentira. A veces eran 10, otras 15, a veces más; pero cada una de esas veces creí que mis rodillas iban a ceder, aunque la profesora pensara distinto. De alguna manera funcionaba. No sentía las piernas, pero si podía aguantar 5 minutos más, podía terminar la clase. Mi caso es pequeño, comparado con lo que presenció Jesse Itzker.

 

Jesse es un empresario, co-fundador de Marquis Jet, que decidió correr una ultramaratón de 160 kilómetros junto con 5 amigos, como una carrera de relevos. Se sorprendió al ver a su lado a un hombre de casi 120 kilogramos que la estaba corriendo solo. Comenzó a observarlo y notó que hacia el final el hombre se había fracturado varios huesos de los pies y sufría de problemas renales. Aun así terminó la carrera. Jesse investigó y descubrió que el hombre era un SEAL de la armada estadounidense, y que debido a una condición cardíaca hace 30 años que sólo utilizaba tres cuartas partes de su corazón. Inmediatamente lo contrató para que viviese con él y su familia durante un mes, para enseñarles acerca de la fuerza mental. En ese mes, el SEAL le contó acerca de la regla del 40%. “Cuando tu mente te está diciendo que no podés más, en realidad sólo diste el 40%” Sí bien el porcentaje no es algo exacto, la idea general es que somos capaces de seguir incluso mucho después de pensar que ya es imposible. Justificó con la regla del 40% el hecho de que el 99% de personas que comienzan una maratón (42 kilómetros) en los Estados Unidos la terminan. “Aunque se topen con una pared en el kilómetro 26 aún así pueden terminar”.

 

Un estudio de 2008 publicado por el “European Journal of Neuroscience” (Diario Europeo de Neurociencia)  comprobó que personas que habían recibido un placebo -les dijeron que era café- fueron capaces de levantar más peso del que podían sin el placebo.Aparentemente, creer es poder.

 

Recuerdo que las primeras palabras que cambié con mi psicólogo fueron acerca de acto y potencia. Me dijo que una potencia podía ser infinita, pero de nada servía si no la convertíamos en acto, o sea, la actualizábamos. Tanto científicos como atletas y empresarios están de acuerdo en que todos somos capaces de dar mucho más de lo que pensamos. Ya sea esos 5 minutos extra en la clase de spinning, 40 kilómetros más en una carrera, o quedarnos trabajando un par de horas más para terminar una presentación o un documento importante, la clave parece encontrarse en no abandonar hasta agotar todas las reservas de energía. La gratificación siempre se encuentra cuando vamos un poco más allá. La potencia está ahí, lo importante es lograr convertirla en acto.

Sandra Camponogara
Sandra Camponogara
Sandra emigró a los Estados Unidos en 1988 desde su Argentina natal con grandes sueños y sin ahorros. Después de trabajar en la industria del turismo en la ciudad de Nueva York durante unos años, comenzó su propia compañía de operadores turísticos, InterConnect USA en 2000 y dos décadas más tarde creó su segunda compañía, Hola Fortuna. Reinventándose una y otra vez a través de desafíos comerciales y personales, Sandra alienta a las latinas a buscar el equilibrio y la independencia financiera.

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