La participación en deportes tiene muchos beneficios para los chicos. Pero en nuestro entusiasmo por ver a nuestros hijos destacarse, les ponemos tanta presión encima que muchas veces terminan estresados y abandonando la actividad. Exploremos cuál es el rol de nosotros, los padres, en la actividad deportiva de nuestros hijos pequeños y por qué los podemos estar perjudicando sin siquiera darnos cuenta.
Estoy convencida que la participación de los niños en actividades deportivas les ayuda a socializar, a trabajar en equipo, a estar en movimiento. También a manejar su tiempo hábilmente ya que se acostumbran a hacer sus tareas sin demora para tener el tiempo disponible para ir a las prácticas y partidos. Y muy importante, les enseña a manejar las derrotas con gracia y camaradería. Por sobre todas las cosas, en la niñez, el deporte es una actividad para disfrutar, descargar energías y pasarla bien.
Pero al acompañar a mis hijos a incontables partidos de fútbol y campeonatos de natación, he observado la desesperación de algunos padres por ver a su hijo triunfar en su disciplina. En los eventos de natación vi a muchos niños consumir bebidas energizantes cargadas de cafeína y azúcar, para incrementar su rendimiento aun a expensas de su salud. Los niños sienten tanta presión por parte de los padres que terminan por no disfrutar el deporte y abandonan la práctica.
Poniéndonos una mano en el corazón, reconozcamos que todos los padres queremos ver a nuestros hijos triunfar en la escuela, en los deportes, en su vida social, etc. Es normal, pero imponerles nuestra expectativa de que siempre ganen o mejoren sus tiempos, es contraproducente. Mucho más saludable es acompañarlos en su búsqueda de las actividades que les gustan premiando sus esfuerzos, y no necesariamente el resultado. Es además importante reconocer que, más allá de cuál sea ahora su deporte principal, los niños están en una etapa exploratoria y quizás mañana quieran probar si les gusta otra actividad. No podemos sentirnos desilusionados porque Carlitos dejo el fútbol o Lili ya no quiere ir a danza. Cuando comienzan muy temprano con un deporte y lo mantienen durante mucho tiempo, pueden sentir fatiga. De modo que no es mala idea que exploren diversas actividades y tengan variedad más que tengan alta especialización en solo una disciplina. La gran mayoría de nuestros hijos no se están entrenando para los juegos olímpicos. Entonces no les exijamos performance sino más bien reforcemos el aprendizaje que nos dan las experiencias deportivas.
En Estados Unidos, aproximadamente 45 millones de niños participan en deportes organizados y gozan de los grandes beneficios que trae aparejada la práctica de la actividad. Además, las universidades tienen programas de becas muy atractivos para los mejores atletas en distintas disciplinas, y eso también influye en la creciente presión que los padres ejercen para que el niño se encuentre entre los mejores. El estrés por lograr resultados hace que el joven deje de disfrutar del deporte y un 60% abandona la práctica para la edad en la que están en la escuela media. Cerca del 20% de los jugadores de fútbol juveniles se sienten abrumados antes y después del partido, especialmente si perdieron. Este contexto de presión familiar además no es conducente para que el niño pueda aprender cómo manejar una derrota o un fracaso.
¿Qué podemos hacer entonces como padres para alentarlos sin abrumarlos?
Lo más importante es dejar que los entrenadores se ocupen de la parte técnica y nosotros enfocarnos en apoyarlos y darles aliento, independientemente del resultado del partido o competencia. Como padres es necesario conversar con nuestros hijos respecto a cómo se sienten, observar cómo se relacionan con el resto del equipo, reconocer sus esfuerzos sin rotularlos como: esta es la “hija atlética” mientras que el otro hijo es “el couch potato”. Pocas madres tienen un hijo que nada como Michael Phelps, un nene futbolista que se mueve como Messi o una hija tenista como Serena Williams. Entonces por qué hacerles sentir el peso de nuestras expectativas al punto que llegan a dejar el deporte para liberarse de la presión que les provoca.
Otro motivo más para concentrarnos en el bienestar de nuestros hijos mientras juegan un deporte, es que en general ellos buscan satisfacernos a nosotros también, y para no desilusionarnos, a veces, siguen participando aun con dolor o con alguna lesión. Y esto sin dudas les puede traer mayores repercusiones a su físico. Nuestra actitud hacia ellos debe darles la confianza suficiente de abandonar un partido cuando no se sientan bien o cuando haya alguna situación que los incomoda, sin que piensen que nos van a desilusionar.
Durante los 16 años que acompañé a mis hijos a todas sus prácticas y competencias de natación he sido de las que gritaban con entusiasmo hasta emborracharme con los vapores de cloro que respiraba al borde de la piscina. Pero cuando terminaba la carrera y salían del agua adoraba abrazar esos cuerpitos mojados y felicitarlos por estar allí, por haber puesto lo mejor de sí mismos independientemente del resultado. Mi reacción de ¡Hi Five! era igual si salían primeros o últimos en la competencia. Siempre les recordaba que, con estar ahí practicando un deporte y pasando un buen rato con sus compañeros de equipo, ya eran campeones para mí. Aprender que de las derrotas salen grandes aprendizajes es una lección importante que se traslada a todas las áreas de la vida, y los deportes son excelentes para fortalecernos ante un fracaso.
Te invito a que disfrutes junto con tu hijo su deporte favorito, que le celebres su esfuerzo, que te conectes con lo que siente cuando va a la práctica: ¿Le gusta? ¿Cómo se relaciona con su equipo? ¿Va contento? ¿Cómo se siente cuando gana y cuando pierde?
Si estamos atentos a estos indicadores más que a la expectativa de excelencia en el resultado, vamos a tener la gran oportunidad de estar al lado de ellos para enriquecer su experiencia y, no menos importante, para crear recuerdos que nos llenarán el alma por el resto de nuestros días. Mi álbum de fotos y mi mente rebalsan de recuerdos y de historias acumuladas en todas esas horas bajo la influencia del cloro de la piscina junto a otros padres que con el tiempo se han convertido en grandes amigos. No te lo pierdas, acompañalos sin juzgar su actuación y sin expectativa de un resultado porque tus hijos también ya son campeones solo por el hecho de estar allí, en el campo de juego.