Por razones culturales o generacionales, las mujeres no nos sentimos muy cómodas hablando de dinero. Y es entendible, sobre todo para las de la generación de Boomers o GenX, ya que hasta 1974 los bancos no otorgaban tarjetas de crédito a mujeres solteras, y si eran casadas el marido tenía que firmar también. Y no fue hasta 1978 que hubo protección de despidos por embarazo, y recién en el 2010 se igualó el costo del seguro de salud para hombres y mujeres. Por lo tanto, es algo relativamente nuevo que las mujeres tengan acceso total a manejar sus finanzas de forma independiente.
El dinero es parte de nuestra vida diaria y no tenemos por qué sentirnos incomodas cuando tratamos temas vinculados con dinero. La realidad es que nadie sabe cómo será su vida de aquí a un tiempo. La discapacidad, la muerte, el divorcio existen y cada una de nosotras tiene que estar preparada para enfrentar esas o cualquier otra circunstancia que nos toquen.
El impacto de una pérdida irreparable lo he vivido en carne propia cuando mi esposo se enfermó de leucemia en el 2008 y tuvo que dejar de trabajar de forma inmediata. Luego siguieron ocho años de tratamientos y eventualmente su fallecimiento. Si yo no hubiese mostrado desde siempre interés por las finanzas familiares; si no hubiera sabido qué deudas teníamos y que beneficios de disability nos correspondían; si no hubiera podido renegociar nuestra hipoteca de la casa, pagar por el college de los chicos, etc. mi historia hoy sería muy diferente. Esta razón ya es lo suficientemente poderosa como para que comencemos a educarnos, a informarnos sobre los compromisos económicos de la casa, a involucrarnos en las decisiones que afectan a la familia y hacernos cargo de asegurar nuestro propio retiro.
El dinero es importante y no puede estar excluido de nuestras conversaciones con familia y amistades. Si no pensás que es importante, tratá de vivir sin un dólar en el bolsillo y me contás como se siente. El dinero no es un fin, pero es una herramienta que nos permite sostenernos, participar en actividades que apoyan nuestra salud física y mental y la de nuestros hijos, nos permite viajar, atendernos cuando estamos enfermos, hacer obras de caridad, agasajar a un amigo en su cumpleaños, compartir una cena en un restaurant, nos hace posible tener un teléfono celular que nos pone en contacto con el mundo, mandar nuestros hijos a buenas escuelas, ahorrar e invertir para nuestro retiro. Nada de todo esto es posible sin dinero, y hoy en día, las mujeres podemos tener nuestros propios ingresos y administrarlos con sabiduría.
Otra razón crucial por la que tenemos que abrir las conversaciones de dinero en familia, es porque es relevante que los hijos adultos conozcan la situación económica de sus padres. Al fin y al cabo, es muy posible que sean los hijos los que tengan que cuidar de sus padres o tomar decisiones por ellos cuando estos avancen en edad. Para ello, es necesario entender si los padres tienen ahorros, fondos adicionales a la jubilación, si tienen algún plan para ellos en caso de que no se puedan manejar solos, si están contando con irse a vivir con los hijos, si tienen testamento, etc. ¿No te gustaría estar al tanto y tener tiempo para prepararte si tus padres están pensando venir a mudarse con vos? Quizás necesites una casa más grande, o hacer otros arreglos de trabajo para acomodar esa situación, y es mucho más fácil cuando se habla francamente y temprano, para que a nadie lo tome por sorpresa y todos tengan tiempo de prepararse para ese cambio.
Cuando vayamos a hacer alguna transacción importante por primera vez, hablemos con amigos o familia que ya hayan pasado por esa experiencia y preguntémosles cómo funciona sacar una hipoteca o cómo les fue con el trámite para sacar un préstamo para comprar el auto o reparar la casa. El dinero es unisex, de modo que nosotras podemos hablar de estos temas tanto como nuestro novio o marido. Pero muchas mujeres todavía arrastran la mentalidad social de que las finanzas son conversaciones de hombres, aun cuando las repercusiones de las decisiones financieras recaen sobre la pareja por igual. No deleguemos esa responsabilidad en la otra persona, y seamos parte activa de nuestra prosperidad.
Las mujeres tenemos que hacer una prioridad de nuestro autocuidado financiero ya que tenemos las mismas necesidades que los hombres: necesitamos seguro de vida, de salud, procurar nuestro propio retiro e invertir para que nuestro dinero trabaje para nosotros en lugar de nosotros trabajar para nuestro dinero. Para invertir hay que informarse, pero no es algo difícil de aprender y todo vale la pena ya que estamos hablando de tu futuro y el mío, de nuestra vida, de nuestras oportunidades. Aprender a administrar nuestro capital nos va a dar la confianza y autoestima necesarios para prosperar solas o acompañadas.
Muchas veces es abrumador tratar de cambiar la mentalidad y conceptos financieros que traemos de toda la vida, el legado cultural que heredamos de nuestras madres y abuelas que no tuvieron acceso a las libertades de las que gozamos hoy en día. Pero sí podemos ir tomando conciencia de que las cosas han cambiado, que tenemos la responsabilidad de usar esta libertad recientemente adquirida y estar presentes en lo que afecta nuestra prosperidad. Y no es necesario hacer cambios dramáticos en nuestra vida, pero podemos empezar por integrarnos y conversar de dinero, para que deje de ser un tema tabú y se convierta en algo cotidiano.
Mujeres, el tiempo pasa más rápido de lo que pensamos y el momento de cambiar es ahora, de adentro hacia afuera, desde nuestra mentalidad hasta nuestras acciones y expresiones. El dinero fue siempre invitado en las reuniones masculinas y ahora nosotras también nos sentamos a la mesa.