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David y Goliat, Superman

Hay una razón por la cual historias como la de David y Goliat resuenan tan profundamente en nosotros. Se trata de la eterna historia del “underdog” o desvalido que, contra todas las probabilidades, prevalece y triunfa. Hay un deseo en cada uno de nosotros de creer en tales historias porque nos identificamos con los protagonistas y ansiamos que en nuestras vidas las cosas sucedan así.

Pensemos por ejemplo en J.K. Rowling: madre divorciada, desempleada, escribiendo en servilletas de papel en cafés y luego pasando a mano sus manuscritos porque no tenía siquiera para hacer fotocopias. Unos años después iba camino a ser la autora más rica del mundo.

El caso de David y Goliat es más claro todavía: un joven pastor sin armadura se enfrenta a un gigante armado hasta los dientes con sólo una honda y emerge victorioso. Aunque la cuestión acerca de quién es el desvalido en esa historia podría no ser tan simple.

Malcolm Gladwell, un autor bestseller y redactor para el periódico New Yorker analizó una vez el caso e hizo las siguientes afirmaciones:

-David no usó armadura porque no la necesitaba.

-David tenía ventaja gracias a que sabía usar perfectamente su honda y podía atacar a distancia

-Goliat probablemente padeciera de “acromegalia”, una enfermedad que afecta la glándula pituitaria y causa que uno siga creciendo. Uno de los efectos colaterales es que genera también problemas en la vista.

En base a estos datos Gladwell concluyó que;

-El que tenía todas las de perder en la historia era Goliat

-La misma cosa que era la fuente de su aparente fuerza era la fuente de su más grande debilidad

-Los gigantes no son tan fuertes y poderosos como parecen.

Existen muchos estudios dedicados al tema del talento natural en relación a la preparación y el entrenamiento. Uno de los más famosos es el de Herbert Simon y William Chase, que estudiaron a grandes jugadores de ajedrez. Entre ellos estaba el gran Bobby Fischer, conocido prodigio en el juego. Lo que descubrieron fue que no había ningún caso documentado en el que una persona hubiese llegado al status de Gran Maestro sin por lo menos una década de intensa preocupación por el juego. Ni siquiera Bobby Fischer. Según cálculos estimados, un maestro había pasado entre 10.000 y 50.000 horas mirando posiciones de ajedrez.

Esto nos muestra que no hay soluciones instantáneas a los problemas. No hay un método que nos lleve de 0 a 100 sin esfuerzo y dedicación, y que incluso quienes nacen aparentemente con ventaja tienen que invertir tiempo y afán en mejorar, ya que siempre se puede ser un poco mejor.

Me viene también otra historia a la mente, que habla de personajes que parecen estar en boca de todos últimamente. En una edición de una conocida historieta de D.C. Comics, instados por Batman, la Mujer Maravilla y Superman pelean. Lo hacen a manera de entrenamiento y, mientras Superman no se lo toma en serio, su contrincante sí lo hace y termina ganando. Luego de la batalla Batman se acerca a su amigo y le explica que él está demasiado confiado de sus habilidades justamente porque siempre las ha tenido, porque no tuvo que esforzarse para obtenerlas así que no se ha dedicado a desarrollarlas. La Mujer Maravilla, por otro lado, fue criada como guerrera y aprendió diferentes maneras de combatir y cómo atacar más eficazmente a sus oponentes. Esto fue lo que hizo la diferencia.

Lo que quiero decir con esto es que el prospecto de enfrentarnos a quienes consideramos gigantes nos da miedo porque consideramos que deben ser mucho más fuerte que nosotros. En realidad, si nos hemos preparado y hemos buscado constantemente mejorarnos, quizás son los gigantes quienes deberían tener miedo de nosotros. En la vida, como en el ajedrez, un peón que sabe lo que hace vale más que un rey que no lo sabe.

Sandra Camponogara
Sandra Camponogara
Sandra emigró a los Estados Unidos en 1988 desde su Argentina natal con grandes sueños y sin ahorros. Después de trabajar en la industria del turismo en la ciudad de Nueva York durante unos años, comenzó su propia compañía de operadores turísticos, InterConnect USA en 2000 y dos décadas más tarde creó su segunda compañía, Hola Fortuna. Reinventándose una y otra vez a través de desafíos comerciales y personales, Sandra alienta a las latinas a buscar el equilibrio y la independencia financiera.

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