Si las buscamos, hay muchas razones para no hacer algo. Mientras más busquemos más vamos a encontrar. Está comprobado que uno parte en su mente de una hipótesis y luego busca en la realidad todo aquello que ayude a confirmarla. Acá hay 3 de las excusas que usamos en la vida cotidiana y lo que podemos pensar para dejarlas atrás:
El problema: “Ya fallé muchas veces”
El fracaso en el pasado debe ser el factor más importante que nos evita comenzar nuevos proyectos. Si ya nos fue mal haciendo algo tendemos a pensar que en el futuro va a ser igual. Vemos a personas exitosas y pensamos que son fundamentalmente distintas de nosotros, que nunca puede irles mal.
La realidad:
Sólo sabemos de las personas exitosas porque lo son. Nunca nos enteramos de ellos mientras fallan. J.K. Rowling, autora de la saga de libros de Harry Potter, fue rechazada incontables veces por diversos editores, la mayoría de los cuales alegaba que ningún niño iba a querer leer un libro tan largo. Su caso no es el único. Harper Lee escribió uno de los libros más emblemáticos de la literatura estadounidense (Matar a un Ruiseñor), y desde la primera palabra se lee como una obra maestra. Cuesta creer que hizo falta dos años de revisiones, entre ella y su editora, para que quedara así. Y sucede en todos los ámbitos. Nadie nace siendo un genio, e incluso las ideas millonarias necesitan de constante revisión antes de convertirse en lo que pueden ser. El fracaso es el primer paso hacia el triunfo.
El problema: “Lo que quiero hacer ya se ha hecho antes”
¿Cuántas veces nos ha pasado el tener una idea brillante y descorazonarnos al enterarnos de que alguien ya lo hizo antes? Es el caso de muchos de nosotros. Y terminamos pensando que no vale la pena desarrollar lo que pensamos porque “ya está hecho”.
La realidad:
Marc Randolph y Reed Hastings comenzaron Netflix como un sistema de alquiler de películas vía correo antes de lanzar la plataforma online. Apenas arrancaron competían con el gigante que en ese momento era Blockbuster, y terminaron arrasándolos por completo. La gente alquilaba películas hace ya mucho tiempo, y van a seguir haciéndolo, de la manera que sea. La gente también toma taxis, lo cual no impidió que Uber despegara y ahora ocupe un lugar enorme en la industria del transporte.
Las personas hemos tenido siempre las mismas necesidades, lo que cambió es la forma de satisfacerlas, y eso es lo que hay que infundir en nuestras ideas: una nueva visión, unas perspectiva diferente. No hay que ser tan rápidos a la hora de descartar algo que puede volverse innovador.
El problema: “Soy muy viejo, otros me llevan ventaja”
Ver alguien menor que uno adueñarse de una industria resulta desmotivador para muchos. Podemos pensar en Mark Zuckerberg, creador de Facebook y sus escasos 31 años, o los creadores de Snapchat, Evan Spiegel y Bobby Murphy, con 25 y 27 respectivamente. En otro ámbito, tenemos al poeta Arthur Rimbaud que escribió toda su obra antes de cumplir 22 años.
La realidad:
Compararnos con personas que ya han logrado aquello que nosotros planeamos lograr es una tendencia pesimista que no tiene nada de constructivo. Por cada ejemplo que busquemos de ese tipo hay 10 de personas que comenzaron más cerca de la mediana o tercera edad que de la adolescencia. Henry Ford tuvo creó el Ford Modelo T a los 45 años. El escritor Charles Bukowski publicó su primera novela a los 49.
Lo realmente importante es decidirnos a comenzar en algún momento.
Las comparaciones, según el dicho, son odiosas. No existe un límite más que el que decidamos nosotros. Es una construcción mental, no una limitación real. Si la fábula de la liebre y la tortuga nos deja algo es que cualquiera que comience una carrera puede terminarla. Lo único que realmente garantiza el fracaso es nunca comenzar.